jueves, 25 de octubre de 2012

Transparente intercambio

Qué será más importante, dejar la mente en blanco tan solo guiada por el flujo de la respiración que vaya produciendo un efecto de progresivo autocontrol, seguridad en uno mismo; o seguir la estela de Sócrates, que nunca escribió nada y en cambio era un gran conversador, creador de ideas inspiradas, reflejo de lo humano por réplica al interlocutor y, en fin, espontáneo. Yo veo su figura cercana a la de Shakespeare, que también nos acerca a la espontaneidad de las relaciones humanas, a la imprevisibilidad y la sorpresa. Ambos fueron grandes hitos en la Historia de la humanidad tan solo por su existencia.

Quizá plantearme el tener que elegir entre lo uno y lo otro sea que todavía no se ha profundizado lo necesario en el diálogo entre occidente y oriente. Y, en este mundo que se nos presenta tan globalizado e intercultural, quizá esté llegando el momento adecuado para tal diálogo. No en vano ya se ve cómo cala el tai chí o el yoga en ciertos perfiles, pero yo no me refiero a un debate quizá todavía un poco alternativo y friki, sino en un a un transparente intercambio y flujo de ideas que, a su vez, nos permita conocernos un poco más entre todos. Pasadlo bien hasta nuestro próximo encuentro en esta pantalla. Un abrazo cibernético.

domingo, 21 de octubre de 2012

Demora necesaria

Oh, estimados lectores; estimadas lectoras: disculpen las molestias. Causas de fuerza mayor, gratas noticias sin embargo, me han mantenido al margen de tan sana costumbre como es la suerte de echarles unas palabrejas por el ciberespacio. El momento ha llegado en el último día de de la semana día en que Dios descansó, pero dejemos el tema que nos llevaría a hablar de Jesucristo, su friqui pero revolucionario sindicalista.
Estoy ante la expectativa por una nueva aventura para pulir mi delicada prosa, y más detalles no doy que no debe saberse mucho de la vida privada del creador: cíñanse ustedes a su obra. Tan solo digo que la prosa promete. Ha sido parte ello, pero no lo único, para que culminara anoche una semana manifiestamente feliz. Con reencuentro tras un par de décadas sin ver a un amigo con quien pasé una comida y tarde entrañables, hablando de lo humano y lo divino, y desbrozando cada uno sus secretos, aquellos que le convierten a la vista del otro en un ser común y a la vez particular. De vuelta a casa, me encontré con la voz que tanto me ha estimulado durante estos últimos años feliz por oírme tras un par de días sin hablar... y fue la guinda, o si no les gusta, la onza de chocolate Valor que lo redondeó todo en lo alto del pastel. Me dormí tarde presa de la inquietud, algo extraño en una persona de sueño tan sano como soy yo. Pero quiere ello decir que soy humano. Ya caerá hoy la siesta, o quizá un buen sueño por la noche. Sabed entender, pues, este pequeño retraso en el comentario semanal que tanto me aporta comentaros. Hasta la semana que viene.

jueves, 11 de octubre de 2012

Placeres que son costumbres

Uno de los grandes placeres que descubres cuando te tienes que aclimatar a un lugar nuevo son ciertas costumbres, bien asentadas en el lugar o el entorno, que ni te habías planteado y acabas asimilando como un ritual, quizá uno de los momentos sublimes de, por ejemplo, el fin de semana.

El caso es que para mí el vino siempre se tuvo que tomar en temperatura moderada, nunca había probado el vino fresco hasta que me acerqué por estos lares. Vino fresco, no pocas veces, equivale a vino peleón. Pero todo vale, ya sea con el peleón de la cafetería o con el más decentillo de casa. Uno, por ejemplo el sábado por la mañana, celebra la llegada del fin de semana con el desayuno de un suculento bocadillo que ya se va comiendo con los ojos y al final, oooh, dura un suspiro y al que acompaña con su buen vino tinto u otro alcohol suave al gusto. Luego, hilando la charla, se toma el sabroso trozo de bizcocho acompañado de un café con leche bien calentito. Y se lo come procurando no acabar antes que los demás para que no se le haga la boca agua viendo que su tesoro ya ha ido a parar a las zonas submarinas del estómago mientras el de su contertulio aún sigue a flote. Quizá pongas la guinda con, digamos, un moscatel. La sobremesa se alarga un poco y, tranquilamente, sales a dar un paseo o empalmas con la lectura del periódico. Una gozada... pero recuerda que luego hay que quemar calorías...

viernes, 5 de octubre de 2012

Disparate hacia el periódico

El sábado pasado, relativamente temprano, me arreglé dispuesto a salir para dar mi paseo hasta la librería donde compro el periódico. Había observado minutos antes cómo cedían las lluvias desde la ventana. Antes de salir, volví a mirar e, inquieto, observé cómo la lluvia había vuelto a coger fuerza. Daba igual: cogí un paraguas grande y salí a la calle. Al poco tiempo, ya supe que al volver tendría que cambiarme los zapatos empapados. Pero me sentía tranquilo porque no había ido a más, e incluso trataba de hacer piruetas caminando por las aceras menos encharcadas que el bulevar central. Llegué al destino contento por mis heridas relativas y pedí que me dieran una bolsa para el periódico.
Al salir de nuevo, la primera en la frente: el viento de cara hacía que el agua se colase por debajo del paraguas, todas las posiciones que intenté con el mismo no evitaban que siguiera y siguiera empapándome. A medio camino, me daba por perdido. Por fin, entré de nuevo en el piso deshaciéndome de la camiseta, los zapatos y los pantalones empapados y, encontrando un uniforme sustituivo, me regocijé en mi absurdo tesoro: el periódico había llegado sano y salvo.