viernes, 31 de agosto de 2012

Tiempo de cambios

La gran ciudad ha perdido la tranquilidad del verano: las carreteras se reencuentran con un tráfico la mar de intenso, el gentío que había en playa o montaña ha vuelto de su paréntesis vacacional y seguramente este fin de semana las tiendas y discotecas revivan, o comiencen a palpitar la nueva temporada.
Lujo para los playeros de allende la ciudad, allí donde se dice que el agua es limpia y el lugar idílico para unas vacaciones. Esos lugares se llenan en los meses de vacaciones, a veces son un avispero, y de repente se encuentra su habitante con cuatro coches, un clima algo fresquito que no impide bañarse entre las cuatro toallas del que hace tai chí en la playa, la que se ha bajado con su sillita y aquella otra que se tuesta un rato en plácido top less, entre baño y baño como los demás.
Ya puede uno pasear a media tarde sin que el sol le devuelva a casa medio mareado... calores impropios de agosto que nos han enturbiado la cotidianeidad... Por fin ha llovido, hemos respirado la sana humedad de la tierra. Tiempo, en fin, de cambios.

sábado, 25 de agosto de 2012

Buena persona

Hay cosas que son de cajón. Parece que una fórmula eficaz para ser un buen escritor es leer mucho y vivir mucho. Yo creo que llevo mucho leído, a ratos demasiado, aunque con la competencia de las ratas de biblioteca nunca se sabe: hay que leer por ansias de conocimiento, placer o curiosidad, creo yo. Y siempre que haya una satisfacción: harto, este verano, en plena ola de calor, dejé el Ulises de Joyce por, al menos en aquel momento, insufrible. Y digo al menos porque a ratos lo disfruté.

En cuanto a lo de vivir mucho, para mí implica tener experiencias extraordinarias, raras veces, o hacer lo que dicta el sentido común a una buena persona: ser coherente, consecuente, honesto y sincero cuando haga falta. Tener tacto y ver hasta dónde te lleva el camino de las virtudes que persigues. De momento, a mí, alcanzando tales virtudes en mayor o menor medida, me ha conducido a valorar mejor y a veces más rápido a la gente, entender algo mejor el fluir de la vida y ver cómo crece un intercambio de cariño y afecto con mi amiga la Jo. Que así se llama. Recomiendo, por último, El Extranjero, pequeño libro de Albert Camus.

viernes, 17 de agosto de 2012

Calor

La ola de calor altera todas las costumbres. La mente se atonta, la sombra es un escudo, y quien tenga un ventilador accede a un estado superior. El aire acondicionado se deja para los sueños.

En estos días de tanto calor se fija uno, quiera o no, en la luz más intensa que trae el verano. A mí la luz clara, casi con una sensación de ser blanca, de las horas centrales del día, no me gusta nada. En cambio, gozar de las últimas fuerzas del sol intenso seguidas de un suave atardecer, atardecer, sobre todo atardecer, me encanta.

Son fechas en las que uno u otra está de vacaciones, deprimidos los que no van a disfrutar de esta última quincena de agosto, o con las pilas cargadas para afrontar el trabajo en el tramo final del verano, por mucho calor que nos haga. Quién sabe, igual con esto del cambio climático el calor nos llega hasta mediados de octubre.

viernes, 10 de agosto de 2012

Hábitat

Volver a los viejos tiempos. Es volver a los viejos espacios, a la gente de antaño. Es un guiño a la vida vivida y la historia de la vida transcurrida desde entonces. Nada es lo mismo, a veces es un matiz, muchas otras veces el cambio, la impresión, tiene un trazo más largo. El clima, diferente, el gentío con la que fuera mi primigenia cultura, convertida para mí en un enfoque raro, vago para mi perspectiva tratando de buscarlo en el recuerdo. Me he convertido en un mestizo nacional. Ya añoro el lugar que hoy es para mí el hábitat de siempre, aunque quien me viera diría que hasta el día de hoy he tenido mucho de nómada. Con los ritmos cambiados, he recordado esta madrugada viejos tiempos escuchando música clásica en la radio, y, tras darle unas déspotas vacaciones, he recuperado la lectura del Ulises: sigo con la incertidumbre de hasta dónde llegaré, pero es como si el libro me pidiera vivir el presente de la lectura. El resto ya llegará.

sábado, 4 de agosto de 2012

Me sobrepasa

Irreconocible: aquí estoy, agotado por el calor y la natación ¡viva las medallas olímpicas de nuestra nadadora Mireia Belmonte! Aquí estoy, con la impresora arrinconada y el Ulises de Joyce tratando de retomar el vuelo: trato de encontrarle un rato todos los días, pero estos días el cansancio me sobrepasa.

Fui a ver un espectáculo flamenco al aire libre hace un suspiro y me encantó la mezcla de fusión con el jazz y el mantenimiento de las raíces. La bailaora estaba mayor, y solo se soltó en su última actuación. Los demás, una batería de instrumentos, batería incluída; los bailaores y la incipiente bailaora consorte estuvieron espléndidos, emocionantes, entregados.

Llevo leído, como decía, un trocito del Ulises y, si bien otras veces me venció la cuesta y lo dejé, ahora lo aguanto y me gusta, aunque, como pasa con los cantaores flamencos, nunca se entiende todo: quizá fuera esa la intención del autor. Tras la sobremesa, desde la cama con calor, se despide hasta la próxima el Dudu.