jueves, 26 de septiembre de 2013

El ejercicio de la virtud

Es curioso cómo el aire fresco de la montaña solitaria puede hacerte mucha más compañía que el bullicio de la ciudad. A veces camino a lo largo y ancho de calles, plazas y parques, veo gente diversa, tiendas, restaurantes, bares... y respiro: el rato me ha dado vida y he movido las piernas. Sin embargo, otras veces caminar entre una aglomeración asfixia más que estimula, aunque vayan con sus críos o que la gente se cite con felicidad para pasar un rato agradable. No ves a tu alrededor elementos que te hagan despertar, y no cabe más que aferrarte a ti mismo, citarte con unos pocos detalles y seguir respirando.

Y es que para salir adelante en esta vida hay que tener la suerte de poder buscar, buscar hasta encontrar, encontrar y regar, regar hasta convertir en virtud la paciencia, la perseverancia, la convicción, un particular sentido de la vida que nos es dado a cado uno de forma individual.

Una persona cercana me ha dicho que echa de menos los ratos en que puede dedicarse a leer tranquilamente, y, tras conversar un poco, acabamos por coincidir en que es más importante lo que sucede en su cabeza que lo que sucede en el libro: en ese momento vital, para él. No sé exactamente por qué incluyo esto, quizá sea para expresar que, uno mismo también, por mucho que hable de literatura, la lea y la escriba, a veces debe estar más centrado en la prosa que sucede en su interior.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Amar

Un ciclo de vida puede entregar amarguras, tristezas, pequeñas esperanzas convertidas en sueños rotos. Grandes expectativas truncadas. El rodaje en la vida que vamos acumulando con las experiencias es algo fundamental y, si aprovechamos los ciclos que se van produciendo en nuestras vidas, aquellos que, sin poder evitarlo, tantas veces nos han producido cojeras, podemos coger el sentimiento de vivir por los cuernos, ser fieles al lazo y a la entrega que se nos ha dado de una forma o de otra, ser capaces de conducir nuestras vidas orientándonos directamente por el sol o por la luna y respirar, compartir, corresponder y hacer que nuestra vida y la de los nuestros crezcan. Sufriendo quizá un poco, pero a la busca de la felicidad de unos y otros, con cariño.

Los platos rotos de la vida a menudo cicatrizan porque no se ha sabido gestionar el recuerdo del cariño hacia la misma. Vivir es amar, la naturaleza que nos ha intimidado; al prójimo por el que nos hemos preocupado en su peligro o que se ha preocupado por nosotros. Vivir es amar al prójimo, y la literatura, empiezo a pensar, es un ejercicio de amor en libertad realizado desde un escondite. Iniciamos nuevo curso, ya estamos de vuelta.