jueves, 30 de enero de 2014

Ella

Hay veces que uno no sabe qué decir, ni con qué palabras y ni siquiera si es el momento para decirlo. Son tantas las veces en las que he hablado del sentimiento filial, que puede resultar repetitivo. Pero ahí la tenemos, reavivándose cada cierto tiempo, como una flor en primavera, para decir que sí, que esa persona que te ha llevado en su seno y te ha hecho crecer con grandes dosis de cariño, entre algún que otro grito, es alguien a quien ya reconoces en sus mínimos detalles, matices en definitiva de uno mismo. En sus venas corre el optimismo a la misma velocidad que sus eternas manías, el amor a la de los insomnios... Y cuando le da  por cambiar los muebles de sitio o por ponerse a la familia por montera... Porque ella, sí, ella, ha sabido desde muy temprano que el principal reto, aquello por lo que había que luchar y que había que disfrutar, era la vida. La propia y la de los suyos. Ella ha estado en la vida con sus altibajos, sus amigos y sus enemigos. Y sobre todo, con el paso de los años más que nunca, con los suyos. Petonet.

jueves, 23 de enero de 2014

Un ciclo en la vida

Siempre me ha gustado Beethoven. Es un hombre que se atreve a mover la pasión entrando en un difícil camino del que luego encuentra una esplendorosa salida. Así lo veo yo. Al trastocar la conciencia normal de las cosas en su música, nos entrega momentos de turbulenta enajenación y otros de éxtasis vital. Hace poco estrenaron una película sobre la escultora Camille Claudel que hablaba de su internamiento en un sanatorio durante largos años. La actriz, en un esfuerzo interpretativo solo al alcance de grandes como Juliette Binoche, nos muestra a una mujer que posee en el fondo una gran lucidez, y que ha sido desplazada de la realidad por los celos de un amante envidioso de su talento. Digo esto porque creo que atreverse a vivir, a ser uno y genuino, no es moco de pavo, y lanzarse a ello implica arriesgarse a penetrar en el mundo de la locura. Cuando sales de él, como Dante que supo hablar del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso en su mundo cristiano, adquieres una visión plena, redonda de la vida, donde todas las piezas que han sido disgregadas o negadas por el otro y tú has sostenido firmemente a pesar de temblores, se revelan en toda la certeza que tuvieron siempre, y revives de la misma manera que aflora la vida tras la tormenta en una sinfonía de Beethoven. Ya no hay medias tintas: lo que te prometiste de pequeño era cierto, eres quien creíste ser y no otro, el que te traicionó lo hizo de verdad, quien fue tu amigo, aunque te costara entenderlo, se te revela como tal y quizá te brote alguna lágrima o se te erice el pelo al descubrirlo de nuevo. Y al encontrar el sentimiento femenino, recuerdas que tu madre es la misma que amó a tu padre, que naciste a semejanza de él y que, por fin ha llegado tu hora, una mujer te ha embrujado para encontrar la lucidez y volver a la realidad de lo que un día fuiste. Como fue Camille Claudel, algún atardecer disfrutó a la luz del patio de aquel sanatorio, me ilusiono en pensar.

miércoles, 22 de enero de 2014

Pétreos flamencos

Buenos días a todos. Hoy quiero invitaros a descubrir una prosa femenina, no en vano las letras son mi vocación. A mí me encanta y quiero compartirlo con vosotros. Espero que no sea la única vez. Este breve relato se titula PÉTREOS FLAMENCOS:




En uno de esos momentos de abstracción en los que no piensas en nada concreto por desvarío, pero te recorre un torbellino descontrolado de ideas por la cabeza, nada concreto, bastante inconexo, pero está ahí, zumbando fuerte. Me he dado cuenta del alicatado de mi baño, baldosas rectangulares de color malva, muy femeninas y en disposición trece por trece,  colocadas irregularmente, por pocos milímetros pero los suficientes como para notarlo. El paleta debió colocarlas por la tarde, después de unas cervezas, el carajillo y la copa de coñac, decorada toda esa tasa alcohólica con palabras soeces, como si lo viera, imposible colocarlas rectas.


Horizontal, vertical, la pared de enfrente, en total ciento sesenta y nueve; y en el centro una pareja de flamencos, rosas pero sin faralaes; delgados, gráciles y esbeltos, me miran de lado, estoy en el centro de su ángulo critico de visión y ellos, descarados y aburridos, en mi punto álgido de reflexión.


Se sostienen sobre una pata para regular su temperatura corporal, me doy cuenta de que siento frío, estoy mojada, esta toalla de rizo americano no seca, y tirito sentada sobre la tapa del inodoro, me castañean los dientes, mientras  con ironía pienso, con este hielo interno cómo es posible que puedan derretirse los cascos polares. Positivo, negativo y la incomprensión de los opuestos, si pudiera extenderlo.


En un instante vuelvo a la guerra fría que sostenemos, a la insolente observación entre los flamencos machos, su chulería y yo.


Burlonamente la palabra flamenco viene de la expresión gitana “campesino errante”… levanto junto con la ceja la comisura  derecha del labio a modo de interrogación o perplejidad, no lo sé porque no me veo, increíble el sentido del humor de la antigua propietaria, o es una víctima nativa de la tribu del Sufrimiento Perpetuo, o vaticina muy fino.


Suena el teléfono, es Miriam de Gerona, quiere saber cómo estoy y en que laguna oscura me encuentro.


-  Delante de la dieciocho, con un lobo de fauces terribles, un perro  rabioso a punto de devorarse y un cangrejo siniestro medio sumergido, pero dispuesto a atacar en cualquier momento, observándolo todo.


- No es ninguna novedad. – Me dice mientras me voy vistiendo.


- No, claro que no. Lo nuevo reside en que ya no soy la misma de antes, he perdido la fe en el género humano y una porción importante de inocencia. Sin espejismos, sin lucidez, sin esperanzas… ver la verdad sin disfraces que la camuflen, duele. Lo acepto porque no tengo más remedio, pero me siento mal, y maldigo desde lo más profundo de mí ser al malvado que hace daño a conciencia.


- Para, para, para… ¿Tan segura estás que es consciente de lo que te ha hecho? ¿Cuál es su proceso? ¿En qué punto está?.


Como no lo estoy en absoluto, noto que me ahogo y tampoco quiero responder, cambio de tema, táctica que a veces sale bien.


 


- Los flamencos para intimar alisan sus plumas y extienden las alas, son bruscos en el arte del cortejo y forman con su plumaje un efecto flash en negro… -  (Como el que acabo de hacerle a la pobre Miriam).


Segundos de silencio, lo ha notado, me conoce bien; y dice:


- Te recojo el viernes después de comer, nos dará tiempo de tomar un café antes de entrar. Lourdes  no viene con nosotras, llegará más tarde.


- De acuerdo, te espero en los aparcamientos del Flamingo, como siempre.- Me doy cuenta de la sincronía.


Mientras cuelgo el auricular, me observo en el espejo de cuerpo entero del baño, me estoy sosteniendo sobre la pierna izquierda, a igual que los flamencos, para regular mi temperatura, este frío que siento es producto de un siglo de búsqueda,  de ignorancia y de soledad.


Me acerco a las ciento sesenta y nueve baldosas malva, a los flamencos y a sus extraños picos, los observo por unos instantes, si pudiera migrar como vosotros, si pudiera volver con la estación cálida… parece que me guiñan el único ojo visible con pavoneo, porque saben que la estación cálida a la que me refiero no llegará hasta dentro de milenios, cuando estén todos muertos y con ellos todos sus secretos.


Bajo el único escalón, apago la luz, cierro la puerta y las sátiras bisagras oxidadas, como las de las grandes y abolengas criptas, para no ser menos, chirrían con estruendo…  una vez más.

jueves, 16 de enero de 2014

Sueños

Los sueños, sueños son. O eso decía Calderón de la Barca. Sin embargo, en nuestro contemporáneo mundo, ¿quién no tiene sueños recurrentes que se reproducen en sus pensamientos diurnos, como si fueran dando una señal, una guía, recuerdo y significado al camino de nuestra vida? Aquel que enlaza, nuestro pasado, aquello que somos ahora y lo que llegaremos a ser.
En buena medida, esa llama despierta en la noche de nuestros sueños, nos permite seguir al acecho de nuestras esperanzas, cuando el vago día distrae nuestra atención, procura desviar nuestra brújula y nosotros nadamos contra viento y marea, quizá con algún codazo, hacia aquello que, no sabemos bien qué ni cómo, vivimos en nuestra energía primaria, sin apenas pasar por el filtro del pensamiento salvo por matices de alguna reflexión o el clavo en el suelo -por fin clavamos la bandera- de alguna idea clara y translúcida. Y mientras vamos viviendo, seguimos soñando, y tenemos, a veces la vaga, a veces la cercana esperanza de que eso puede llegar a hacerse realidad. Porque quizá, un buen día nos lo olemos ya cerca, y otro, sucede.

jueves, 9 de enero de 2014

El uno y el otro

La dispersión genera descubrimientos inesperados. Por eso, quizá, la figura del artista despistado. Aquel que cree en la espontaneidad de su arte, en su pureza y en la magia de la vida como inspiración de éste. Quizá también cierto halo divino, más que quizá. Y este artista es aquel que no se deja vender, que a cualquier precio seguirá el camino propio.
Luego tenemos a la persona ordenada, metódica, de horizontes fijos, quizá cierta ambición. En ella la nebulosa desaparece y la brújula está bien dirigida desde el principio. Sabe de dónde parte y hacia dónde va. Quizá no busque un arte tan elevado, ni tenga conocimientos tan profundos, pero es más práctica y sabe navegar en el mundo que le ha tocado vivir.
La pausa frente a la acción, la cavilación frente a la decisión, la filosofía frente a la ciencia, la bohemia frente a al capitalismo. Y sin embargo, ambos se necesitan. No son agua y aceite, y de ahí que de el uno genere al otro o que, de su combinación, surja algo que evite lo oscuro o lo superfluo. Algo, quizá, hermoso, sugestivo, que sepa aportar una amplia luz sin perder la genuinidad.

jueves, 2 de enero de 2014

Año nuevo

Las celebraciones por la entrada en un nuevo año se extienden a lo largo y ancho del planeta. Muchos hacen alarde de pirotecnia, el cava fluye por las gargantas después de haber consumido una cena suculenta y uvas precipitadas. Después, el más joven cae en el desparrame y se va de fiesta hasta que, una mujer que ha pasado la noche más tranquila, recibe su voz desde la calle a través de la ventana emitiendo sus últimos estertores festivos ya recuperándose del viaje alcohólico. La gente busca asegurarse una forma especial de celebración para tan señalada fecha. Aunque lo cierto es que, visto fríamente, se trata de un simple cambio de cifra, un cambio de fecha. Y hemos entrado en el 2014, nos acercamos al ecuador de la década y hacemos balance de lo que ha pasado a través de nosotros en estos años, y entra un poco de vértigo: el tiempo vuela. Pero esbozamos una sonrisa. ´Con el paso de año también atravesamos algo más que el ecuador de estas fiestas navideñas, que entre comida y comida, encuentro y encuentro, se va haciendo algo pesada y uno, cansado ya de oír el trenecito navideño dando vueltas por la calle, espera que todo vaya volviendo a la normalidad.