viernes, 25 de noviembre de 2016

Una visita


Con la mente envuelta en tempranas telarañas, de valores y sueños, camino por la calle siguiendo una simple inercia. Dejándome llevar, soñando con un paraíso despejado. A lo lejos, veo nítidamente tu edificio, y sé que esa inercia ha sido fruto de un inconsciente que me ha llevado a las proximidades de tu existencia. De modo que me acerco más y más, con la certeza de que estarás en casa. Allí, en la penumbra, te veo oculta tras unas gafas de sol que te protegen de la muy escasa luz natural que logra colarse en el salón. Preguntabas “¿Quién es?”, con tu carácter decidido y algo de mala leche, y no pudiste dar un brinco cuando reconociste mi voz porque los huesos no te responden. Pero, ay, la alegría de tu voz.

Conversamos en torno a unas pastitas que había comprado en la panadería de abajo. La de siempre, la que te gusta por su sabor agradable y familiar. Te enseñé algún vídeo de tus nietas, ampliado para que pudieras discernir algo con tu herida mirada. Te dije “Ya en los noventa…”, y tú erre que erre, que no hubieras deseado llegar a esa edad, que no se te ha perdido nada en este nuevo mundo que ha tomado el relevo al tuyo, que tu vida ya pasó. Te confieso mis penas y tu mente todavía lúcida aclara mis neblinas interiores, en un intercambio de afectos que ha surcado nuestras existencias desde su primera confluencia, cuando tú me cogiste en brazos en el hospital porque mi padre no pudo asistir al parto.

Avanza la tarde, los dos empezamos a estar cansados y me pides que te coloque bien los cojines de la espalda en tu amplio sillón. Te doy un beso en la frente, me dices “Acércate, que no llego” y me correspondes con otro en mi mejilla. Cierro la puerta tras de mí, le echo el cerrojo y vuelvo a casa con los valores afirmados.

domingo, 6 de noviembre de 2016

Hedonista


En su piso, decorado con delicados muebles, hermosura espera ignorando la palabra pecado. Está relajada, y se envía un guiño a través del espejo de la entrada cada vez que oye el timbre. Es un ritual. Aprendió temprano a luchar contracorriente, inteligente y placentera. Recuerda que, cuando despuntó su adolescencia, reconoció en sí el inicio de la senda hacia una mujer hermosa. Años de cuidados y experiencias, la condujeron por un camino que ya estaba en su mente. Vida placentera, dar y recibir. Y ahí se encuentra hoy día, ya ha llegado su nuevo cliente: se puede considerar una mujer de éxito, tarifas altas y servicio exclusivo. Sofisticada, celebra una vez más el juego, muestra sus pecas, acariciada en su cabello pelirrojo. Unos no la pueden ni ver, oscurantismo de una profesión a veces indigna; otros, la adoran hasta la irreflexión, algunos la aman en el sosiego. Pero ella vive ya, el esbozo del pensamiento adolescente convertido en la figura del hedonismo maduro.