domingo, 21 de febrero de 2016

Estilio hace balance


En el crudo invierno del valle, Estilio había hecho por aprovechar las ganancias de una partida de cartas, comprarse una botella de aguardiente y un paquete de cigarrillos. Con ello a cuestas y bien abrigado, se acercó al río, a cuya orilla vio atardecer mientras el estómago digería el fuerte licor, entre calada y calada. Con la noche cerrada, en calor por la borrachera que ya le había entonado, fue cayendo en un estado de duermevela hasta que el sueño profundo le llevó a un fantasioso descanso.

Despertó cuando faltaban un par de horas para que el sol volviera a dar su luz. Entonces, aterido de frío, esta vez por la fiebre producto del descuido, hizo denodados esfuerzos por desandar lo andado hasta regresar a casa, dejando la botella vacía junto al río, pero apurando los últimos cigarrillos entre ataque de tos y ataque de tos. Entraba al pueblo con el alba, una profunda angustia se adueñó de su persona, como si despertando el día, despertase de nuevo él a su cruda realidad tras el viaje alcohólico, de penas ahogadas en la ilusión de un mundo mejor que, vio con crudeza, nunca existiría.


Tiritando, se quedó quieto, pensó en la familia y supo que nunca la tuvo ni la tendría; pensó en la amistad y supo que se contó con los dedos de una mano, amputados por la edad; pensó en el amor y sonrió recordando la lozanía de la juventud… luego, le vino a la cara la pesadumbre del amor de barra y hostal; pensó, por fin, en la valentía y creyó que debía tenerla para hacer confluir la sabiduría del momento adecuado con el paso hacia el fin. Sacó la pistola que le acompañaba día y noche en aquel antaño feliz valle y tuvo su último pensamiento para el recuerdo de la brisa sobre su rostro en los veranos juveniles junto al río.

domingo, 7 de febrero de 2016

Profecía


Me levanto somnoliento, recibido por la vaga luz de un domingo tempranero. La conciencia va asentándose en el realismo de los sentidos despiertos a un día que ya fluye y nos indica, dándonos continuas señales: su motor está en marcha. Me tranquiliza ver cómo, esa conciencia que pujaba durante el sueño por ordenar el propio mundo y su ser, a ratos sintiéndose errada, a ratos acertada, se siente firme en el acierto de las actitudes que llevaron a las decisiones de nocturno cavilar.


La mañana transcurre con una tranquilidad expectante, y mato el tiempo dejando mi hábitat impoluto, con la sombra de una ilusión por recibir su grata visita. Interferencias, tentaciones de la biología –divina juventud-, bifurcaron un camino que hoy puede unirse de nuevo. El tiempo, amigo de quien sedimenta el sentido de su vida plantando sin miedo el árbol de los sentimientos. Mi tranquilidad expectante da un súbito paso, toma la armadura, coge el caballo y se dirige a su encuentro. Lidiaré con el amor. Disculpas, confesiones, explicaciones, trabas superadas cuando voy recuperando la gracia de su sonrisa, el calor de su caricia. La fortuna me sonrió, recuperamos el sendero común, con esperanza, sin alharacas, conocedores de las trampas que nos puso el camino. Sonrientes, sin embargo, porque la profecía nos ha sido fiel.